Para cada una de las cuerdas, Osaki torció en una sola dirección entre 3.000 y 5.000 hilos individuales de seda para formar un manojo.
Por su resistencia a la tracción, las cuerdas de seda de araña superan a las de nylon o aluminio, aunque cede a las cuerdas de tripa tradicional.
El científico japonés afirmó, que según algunos violinistas profesionales esas cuerdas extraordinarias generan "un tono único", capaz de crear "una nueva música".